La poesía y la escultura son materias que Elena explora en su práctica y que interactúan y se acompañan entre sí en sus performances. En Paraíso Terrenal colisionan sus versos recitados a capela, la grabación de los mismos en el monte de su pueblo, sus silbidos, las esculturas compuestas de ramas, hojas y telas y su cuerpo al cogerlas, trasladarlas de lugar, etc.

Elena se nutre de elementos físicos y emocionales de su entorno cercano y de su experiencia vital para configurar sus obras. Sus esculturas y poemas nacen de ese mismo universo personal y aunque sus procesos de desarrollo sean distintos, se alimentan la una a la otra y, al presentarlas juntas, se desvelan como dos caras complementarias.

La naturaleza está muy presente en su obra, como fuente de inspiración y también como material creativo y metafórico. Sus versos y sus esculturas están plagados de ramas, sedimentos, barro, sudor, aire, agua, etc.

"La superficie de la tierra plagada de bultos invisibles tras nuestro paso: objetos cotidianos, objetos de desecho, concentrados que desocupan el espacio circundante, dejándolo listo para una experiencia renovada. La acción, por encima del resultado, es la técnica misma de la escultura: plegar, desplegar, anudar, coser, envolver, romper y rescatar una y otra vez lo desechado, hasta que algo nuevo crece de todo lo caído.”